II. Vive tomando decisiones y camina hacia tus logros y libertad.
El profesor de educación física del Verdemar, colegio situado en San Román de la Llanilla a las afueras de Santander, llevaba tiempo considerando la posibilidad de que los alumnos, además de fútbol, pudiesen practicar otros deportes dentro de las actividades extraescolares.
Mayo 88. La decisión. Carlos, que así se llamaba aquel profesor, decidió apoyarse inicialmente en familiares o conocidos de los alumnos del colegio. De esta manera, preguntó entre aquellos si conocían a alguien que practicase algún deporte para enseñarlo después de las clases. La fortuna hizo que, por un lado, preguntase en la clase de mi hermano pequeño y, por otro, éste levantase la mano y contestase: “Mi hermano Juanje. No juega en ningún equipo, pero desde hace años se pasa el día con un balón de baloncesto debajo del brazo”. David, gracias por tu atrevimiento, nunca te lo he agradecido lo suficiente.
Dicho y hecho, pocos días después, nos
reuníamos Carlos y yo en Verdemar para concretar los días de entreno, horarios,
honorarios y su intención de inscribir al equipo para disputar la liga escolar
en la temporada siguiente.
Septiembre 88. Los chavales salían
de clase a las 5 y media de la tarde y ya les habían indicado que bajasen y
esperasen en la pista de minibasket. Mientras, yo esperaba a Carlos en el
gimnasio del colegio. Estaba ilusionado y nervioso. Instantes más tarde, Carlos
y yo nos saludábamos y me invitaba a acompañarle para presentarme a los que
serían mis jugadores.
Nunca lo olvidaré. Era una tarde de lunes
soleada, la temperatura estupenda y allí me esperaban correteando unos,
charlando otros, 11 niños y otras tantas niñas. En el momento que me vieron
aparecer, una leve sonrisa mezclada con una mueca de evidente curiosidad se
dibujaba en sus rostros; al tiempo, sus miradas se clavaban sobre mí.
Pretemporada. No, nunca había hecho las veces de entrenador y tampoco había pertenecido a ningún equipo, situación que en principio no me permitiría proponer los ejercicios más adecuados para amenizar los entrenamientos y que los jugadores creciesen como tal. Sin embargo, aquel verano, en cuanto me dieron las vacaciones me puse a averiguar como podía contrarrestar aquella debilidad.
La escuela de baloncesto más reconocida en
Santander era la de los Escolapios, Calasanz, y por ella empecé. Me informé de
que su sección junior masculina comenzaba la pretemporada en el mes de agosto. Las
tardes de aquel mes de agosto pertrechado con una libreta y un bolígrafo y sin
problema para encontrar asiento en las gradas del pabellón (estaba solo), me
las pasé viviendo el baloncesto más cerca que nunca, disfrutando y aprendiendo
los ejercicios, las dinámicas y la tensión necesaria que (aquel entrenador,
Julio creo recordar, alto, delgado, muy espigado, poseedor de un amplio bigote y una voz “eterna” que
seguro aún retumba en las paredes de aquel pabellón, era único manteniéndola de
principio a fin), luego me permitiese hacer entrenamientos más eficaces para la
mejora individual y colectiva del equipo.
Puesta en escena: La vida. Aquel primer
entrenamiento, grabado como cualquier otra primera vez en la vida, lo
aprovechamos para conocernos. Mezclados chicos y chicas, 5º y 6º de primaria,
sentados a 2 metros de distancia con las piernas abiertas, 11 jóvenes basquetbolistas
frente a otros tantos, hacían rodar el balón por el suelo pasándoselo unos a
otros mientras iban respondiendo a las preguntas que les iba proponiendo.
Aquella primera conversación fue el semillero de una relación, de un ambiente
de trabajo, la presentación de unos valores que, durante aquellas 4 temporadas,
nos permitió sacar lo mejor de nosotros mismos y consagrar una y otra vez aquellos
valores que, hoy en día, muchos de ellos todavía nos acompañan.
Comenzó la formación y más tarde la
temporada y los resultados no se hicieron esperar: ellas contaban sus partidos
por victorias, ganaron algún título regional y eran cortejadas por los equipos
de más renombre e incluso la selección cántabra; ellos sólo cedían ante las
potencias santanderinas, poniendo unas y otros al Colegio Verdemar en el
panorama baloncestístico de la región.
Al finalizar nuestra cuarta temporada y
con ella el periplo de los jugadores como alumnos del colegio (8º de E.G.B.),
recuerdo con cariño y agradecimiento la cena sorpresa, los regalos y
sobremanera, la propuesta que las familias me hicieron de continuar al frente
del equipo aun cuando los jugadores en el curso siguiente perteneciesen a
centros educativos diferentes.
Había dado por terminado aquel periplo, aceptando, en la temporada siguiente, la oferta de Calasanz para entrenar su equipo cadete masculino de primer año.
Tomé la decisión con firmeza y sin ninguna duda y, sin embargo, en aquel momento no era consciente del nuevo pilar que, con aquella experiencia, estaba levantando en mi vida. Con el tiempo sí fui capaz de contemplar y verbalizar las consecuencias de aquella decisión, después vivencia, como uno de los momentos más importantes, capítulo que en aquellos años contribuyó a dar sentido a mi vida.
Cada día, en cada
momento, tenemos la oportunidad de tomar una decisión, escucharnos a nosotros
mismos. Nada es tan importante como asumir nuestra propia libertad y
responsabilidad personal para definir nuestras metas, esas que haremos nuestras,
aunque las cosas no vengan de cara.
Como dice Viktor Frankl, el sentido de la vida
no solo difiere de una persona a otra, sino que nosotros mismos tendremos un
propósito vital en cada etapa de nuestra existencia. Lo importante es que cada
objetivo nos confiera satisfacción y aliento para levantarnos por las mañanas y
luchar por aquello que deseamos.
Por tanto, trabajemos en nuestra libertad personal con valentía, con decisión. También en la de los más pequeños. Permitámosles (padres, familias, centros y sistema educativo), tomar, acordes a su edad, pero tomar sus propias decisiones. Los haremos más libres.
Juanje las2conj / Coach Personal / Motivador / Provocador y Educador de Emociones
Comentarios
Publicar un comentario