Las
competencias o habilidades de una persona que busca empleo son determinantes,
tanto para poder ceñirse a los requisitos del puesto, como para representar una
candidatura sólida y con posibilidades. También, el identificar en uno mismo,
el tiempo en reconocer ciertas habilidades, en adquirir otras, será
fundamental.
Sin embargo,
un factor que juega un papel fundamental en cualquier ámbito de la vida, valor
decisivo para abordar un proceso de búsqueda de empleo y convertirte en el
mejor candidato posible, es la Actitud+. La Actitud son las gafas con
las que vemos lo que nos rodea, el vehículo con el que nos acercamos a nuestras
decisiones, actuaciones… y cuyo signo y tamaño estarán sometidos a la energía
que emana desde nuestro interior.
Por tanto,
sin perder de vista que el marco de relación que establecen los actores que intervienen
en un proceso de selección se celebra casi en su mayoría en el terreno de las
claves emocionales, sólo desde un nivel de autoconfianza alto, sin dobleces,
seremos capaces de afectar, influir en la toma de decisión del técnico de
selección que lidera dicho proceso.
Esto es la
lanzadera de empleo: Un sitio de autoconocimiento y potenciación, un acicate,
un estímulo, un lugar en el que te impregnas de la actitud adecuada para
asomarte, para darte a conocer, cuando de lo que se trata es de encontrar
trabajo; referente y nodriza en pos de la palabra mágica: Confianza.
Si el
objetivo último de la lanzadera reside en la incorporación del participante,
con unas ciertas garantías, al mercado de trabajo, la primera intención de ésta es la creación de un equipo formado por todos los participantes y la figura
del coordinador o coordinadora. Un espacio donde durante 6 meses tus compañeros
de viaje se convertirán en tu familia, con los que (incluso más importante),
durante este tiempo formarás un auténtico equipo, verdadera grandeza de la
lanzadera.
¿Para qué
en equipo? El
desarrollo de un sentimiento de responsabilidad colectiva, de confianza mutua, que
se nutre de los compromisos asumidos y cumplidos por los diferentes miembros
del equipo en la búsqueda de objetivos comunes, no sólo facilita, sino que potencia
los rasgos, las fortalezas y el empeño de la lanzadera, obteniéndose los mejores
resultados.
Mi reciente participación en la
Lanzadera de Colindres* como “hacedor de equipo”, tanto mi intervención, como
las dinámicas propuestas, que duda cabe, estuvieron marcadas por lo expuesto
anteriormente; sin embargo, otro rasgo esencial que debemos considerar y que
protagonizó buena parte de la jornada, es el “material de cohesión
necesario para establecer unas relaciones interpersonales adecuadas” y cuya
presencia en el equipo se me antoja fundamental:
- Necesidad de ser reconocido como un interlocutor
valido y “adentro” del grupo.
- Necesidad de sentir que estamos “arriba” y no “abajo” en los grupos a
los que pertenecemos.
- Necesidad de sentir que estamos emocionalmente “cerca” de otras
personas, lo que conocemos como afecto.
Para alimentar dichas necesidades y
alcanzar las relaciones interpersonales deseadas, sólo 2 consideraciones:
- Implicación y participación. El participante debe estar presente al
100%. Dejará en la puerta de la sala
o aula de encuentro cualquier pensamiento que le pueda distraer.
- La comunicación, siempre respetuosa entre los participantes, contará
con un distintivo esencial: la escucha activa.
La
discusión es muy saludable. No sobre quién tiene razón, sino sobre tus
posiciones, puntos de vista; escuchar, debatir, procurando llegar a acuerdos.
Tener diferentes puntos de vista es una fortaleza, nos permite crecer como
equipo y como individuo.
Estar presentes y escuchar, como vehículo de cooperación y de madurez plena del equipo; equipo creativo, flexible y efectivo, desde donde podréis alcanzar vuestros objetivos marcados.
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