Registro emocional de un hombre de la calle
I.
Emociones. Adaptación, aprendizaje y
crecimiento personal.
Tengo 51 años y me gusta la calle. Fue hace 30 años cuando me sugirieron que mi sitio era la calle. Soy un hombre de la calle, un hombre normal y corriente, al que la calle enseño a escuchar. Aprendí, aprendí a escuchar, aprendí a aprender.
Santander 89. Un viernes o
sábado noche, la calle Rio de la Pila era la calle. Santa Lucía, Peña Herbosa,
Cañadío, Perines o el Sardi, se disputaban la segunda plaza; sin embargo, la
calle que acogía o reunía más jóvenes (algunos no tanto), por metro cuadrado
era el Río de la Pila. ¿Dónde quedamos? Después de cenar podemos ir a tomar
unas cerves; podemos picar algo en el Cantabria o la Tienduca y luego nos
tomamos algo en la Gramola, el Jardín; ¡vamos a La Finca!
La historia de la calle había dado
comienzo en 1769, cuando todavía deshabitada y contemplando el discurrir de las
aguas de su arroyo desde la parte alta hasta las calles del Martillo, Arrabal y
finalmente el mar, aparecía por primera vez en los planos de la ciudad
El Drink Club, un lugar para la
historia. Fue durante las Navidades de 1959 cuando Ramón Calderón (junto a sus hermanos Fernando y Juan Carlos,
además de destacar como pintores y músicos, tuvieron mucho que ver con el
devenir cultural de la ciudad), decide abrir en el Río de la Pila el primer bar
de copas de Santander y uno de los pioneros en nuestro país: el Drink Club. Pronto
se convirtió en referente para los jóvenes de la época, escenario para no pocas
personalidades del jazz de nuestro país (el propio Juan Carlos, frente al
piano, era en no pocas ocasiones el artista invitado de la noche) e introdujo
el hábito de salir de noche con los amigos a tomar una copa mientras escuchas
la música de moda en ese momento.
Aquella
costumbre se hizo ley y la “marcha nocturna” que daba sus primeros pasos en
aquel entonces, hoy nos sigue acompañando. Igual que el Drink Club que, aunque
ha cambiado varias veces de manos, ha seguido atendiendo a sus clientes de
forma ininterrumpida hasta la actualidad.
El hecho de
haber contemplado y encajado con agrado el reto, que las cosas hubiesen salido
bien aquel primer día, que el “jefe” me hubiese felicitado y me entregase una
copia de las llaves del local confiándome la apertura del Drink al día
siguiente, hizo de mí el hombre más feliz del mundo.
Comentarios
Publicar un comentario